Prostitución Digital

Introducción

El concepto de sexo virtual para una persona española de clase media, nacida en los ochenta, se coció en el chat de “La otra noche”, que pertenecía a Los 40 Principales, por allá en el año 1995, cuando muchos adolescentes empezaban a tener sus primeros ordenadores. Al poco tiempo, se abrió la plataforma de Terra con su chat, salas privadas y categorías guarras. El dueño de este portal era Telefónica. Ahí empezó a formarse un nicho de mercado. El deseo sexual humano es implacable y nadie puede contenerlo. Tres años después, el populacho ya tenía los ladrillos móviles de la marca Ericsson con tarjetas de prepago totalmente anónimas. En el chat de Telefónica era un verdadero nido de pervertidos y se daba libre albedrío: contrastabas al azar con uno de ellos a través de SMS.

No olvidemos que las audiciones locales de madrugada, y hasta la actualidad, aprovecharon este mercado X para sacar el máximo provecho. Los mensajes de texto se cobraban a un precio elevadísimo en forma de chats eróticos, con vídeos y fotos de mujeres desnudas, donde alguien soltaba en el aire, a través de un SMS: “Este es mi número de teléfono, estoy caliente…”. Las webcams en los ordenadores sobre mesa ya eran más accesibles, pero los teléfonos no estaban tan integrados ni se les daba tanto uso diario.

Aún así, los pervertidos y viciosos que tenían poca contingencia sexual no les importaba gastarse, por aquel entonces, miles de pesetas en llamadas, mensajes de texto o multimedia. Así que, si eras un visionario del mercado, en cuanto salieron las tarifas planas de internet para los ordenadores, empezó todo un mercado erótico y pornográfico digital. Se desembocó en lo que hoy llamamos sexo virtual. No quisiera exagerar, pero creo que hoy en día hay más gente practicando sexo virtual, incluso con las gafas de la marca META, que sexo real.

Así que, en 1999, ya no te hacía falta robar CDs, ni VHS, ni el libro del Kama Sutra de tu madre, ni preguntar a los adultos de confianza. Navegando por internet ya habías visto todo lo que necesitabas saber sobre el sexo, y mucho más. Incluso cosas ilegales que quedarían grabadas en tu memoria durante décadas.

Y peor aún: siendo menor de edad, podías hablar con adultos desconocidos que te daban todo un manual, sin que lo hubieras pedido, con todas sus prácticas, herramientas y secretos más oscuros.

Antes de 2004-2005 existían páginas pornográficas de descarga de vídeos con miles de categorías, que incluían dentro de su catálogo a cientos de chicas webcammers dedicadas a los directos y a satisfacer lo que el cliente pedía en línea, disponibles prácticamente las 24 horas del día.

La mayoría de los pagos se hacían con tarjeta: por ejemplo, 20 euros por 30 minutos o 50 euros por una hora. Más adelante, esto se transformaría en monedas virtuales llamadas tokens, que se recibían en forma de regalos, y las plataformas empezaron a quedarse con porcentajes cada vez mayores de esas transacciones.

Android no se popularizó hasta finales de 2008, justo un año después de que apareciera una de las páginas más famosas y consolidadas de este tipo: Chaturbate. Explicaremos este modelo de negocio en detalle más adelante.

Tengo la sensación de que cada vez hay más mayoría de gente exhibiendo su cuerpo, su intimidad y manteniendo relaciones sexuales en cualquier momento del día, con personas con las que en realidad no les apetece, delante de una cámara. Simplemente porque la población mundial creció, la tecnología se sofisticó y, como en cualquier revolución industrial, ocupó puestos de trabajo dejando sobrante la mano de obra humana.

A esto se sumaba que, por aquel entonces, en Messenger, muchas mujeres se veían obligadas a desnudarse a cambio de transferencias bancarias, giros u otros métodos de pago, sobre todo en países con menos recursos. Incluso, a veces, lo hacían por una simple recarga de saldo al móvil prepago.

En pareja, muchos hombres inducían a las mujeres a cumplir sus fantasías y hacerlo delante de una webcam, lo que se conoce como sexo casero.

Todo esto se aunó y se profesionalizó. Ante la imposibilidad de ganar clientes de forma individual, los trabajadores sexuales del mundo virtual empezaron a depender de terceros, que hoy son las plataformas de webcam en directo y todas las aplicaciones de live o streaming que puedes descargarte a través de la Apple Store o la Play Store.

Explotación según el área geográfica

Tras la crisis del 2008, proliferó este tipo de negocio. Las nacionalidades más asiduas eran chicas de Sudamérica, en concreto Venezuela y Colombia, y en menor medida México y Brasil. Justo cuando comenzó la guerra entre Ucrania y Rusia, se produjo un incremento notable de personas de Europa del Este. Resultaba especialmente sorprendente cómo no se interrumpía el servicio de Internet en pleno conflicto, ni tan siquiera el procesamiento de los pagos en las plataformas. Aunque era una manera de salir de la extrema pobreza en esos momentos difíciles.

Tocando el continente asiático, en Corea del Norte apenas se da esta actividad sexual virtual, porque está prohibida y las responsabilidades son muy graves. Por ello existe un miedo atroz, en contraste con Corea del Sur, donde hay bastantes profesionales ejerciendo. En China, esta actividad es ilegal, pero sobre todo constituye una falta muy grave frente a la familia. Las trabajadoras suelen camuflarse, fingiendo que emiten un espectáculo de canto.

En Pakistán, India y en algunos países de África, como Marruecos o Túnez, muchas mujeres entienden el miedo a la violencia sexual. Algunas conocen el idioma, otras no, pero sí portan saris o burka, que se levantan mientras bailan a demanda, mostrando su cuerpo desnudo o en ropa interior. Esto añade un plus al morbo y refleja la tensión entre las normas culturales y religiosas en el campo del sexo virtual.

¿Se gana dinero fácil?

La realidad es que hay que aguantar muchas horas para lidiar con muchos cerdos. La mayoría de quienes pagan son hombres. Ver el miembro viril de muchos, sucumbir a cosas que nunca te habías planteado por capricho del usuario que te paga, exponerse a piropos e insultos sobre tu físico, moral o ética… y sin problema todo eso lo puedes pasar por alto.

Pero ahora viene el fogonazo de realidad. Si no pasas entre 9 y 12 horas diarias enganchada a una cámara, a través de los chats de las aplicaciones de streaming que utilices o de WhatsApp, no vas a llegar a ingresos de entre 1.000 y 2.000 euros al mes. Esto teniendo un físico promedio tirando a alto y un rango de edad que, aunque ilegal, se sitúa entre los 16 y 30 años.

Luego hay nichos de mercado para obesas, maduras, gays, trans etc. Eso es otro cantar: fetiches y nichos de mercado. Hablamos de manera genérica y globalizada.

Trabajando siete días a la semana, ese es el sueldo mensual. Estando disponible 24 horas. Todas las empresas mediadoras se llevan hasta un 75% de tus beneficios. Además, se quedan con los respaldos o copias de seguridad de todo tu contenido al igual que tus espectadores. Aunque lo nieguen, pueden revenderlo.

La gran jodienda: muchos clientes pueden hacer contracargos. Cada vez es más habitual. Tras haber entregado todo tu contenido y tu ser al usuario, te quedas sin un solo céntimo.

Legalidad

La mayoría de plataformas del género para adultos, como Pof, Tango, Yasmine, BigoLive, SuperLife y muchas otras, se camuflan. Dicen que las chicas bailan, cantan, tocan instrumentos o solo charlan. Pero la realidad es otra: venden su show privado en el directo.

Por eso, todas las aplicaciones tienen opción de entrar a privado con los usuarios, en salas previo pago de entrada. Los perfiles de las streamers están llenos de fotos y vídeos, incluidas imágenes eróticas y subidas de tono.

Hay que añadir que muchas trabajadoras, sobre todo mujeres, lo hacen con bebés al lado llorando, exponiendo a sus hijos. Esto añade un plus de morbosidad. Está mal decirlo, pero es la realidad. También hay casos de personas discapacitadas. Una es el titular de la cuenta, pero el resto de personas que aparecen en el directo, no hay consentimiento ni propia elección.

Exceptuando cuatro páginas web —Chaturbate, Cam4, MyFreeCams, Stripchat y pocas más—, que su actividad lícita es vender contenido adulto para mayores de edad. Y se someten a la ley de los servicios sexuales de cada país.

El resto de aplicaciones, bajo la apariencia de redes sociales, están camufladas. Mueven tantos millones de divisas que no se denuncian y todo queda en SILENCIO.

¿A quién acudes? A la policía de tu país. Sabes que no van a hacer absolutamente nada. En la Play Store y en la Apple Store, con las reseñas negativas de impagos  y diferentes estafas, al menos quedan los testimonios. Pero, a la larga, siguen teniendo impunidad y camino libre para seguir ejerciendo la actividad. Porque no hay Organismo internacional que intervenga al unísono.

Tampoco tocaremos la moralidad de cómo se explota a personas con problemas mentales. Igual que sucede con los adictos al juego online, cuya frontera con el mercado del sexo online es muy delgada. Esto se debe a la forma en que se acciona, se explota y se cobra.

El sexo online es muy difícil de controlar y de vigilar. Muchas personas vulnerables pueden acabar sometidas a él, tanto de forma activa como pasiva. Discapacitados, personas con trastornos o con otro tipo de deficiencias.

Parece mentira, porque hoy en día existen herramientas tecnológicas con integración de inteligencia artificial. Permiten verificar en el momento de la emisión si hay menores presentes y cuántos son. Identificar a las personas registradas mediante biometría y si coincide con la que emite en live.

Consecuencias reales

  1. Confianza en el DMCA inútil: Si crees que puedes tener confianza en el DMCA, estás equivocado. Esta herramienta es una total estupidez. Si alguien no avisa que se está compartiendo ese contenido, no lo van a retirar. Y fácilmente se retira con cualquier software como si fuera una marca de agua más. Y ¡pum! El contenido queda liberado sin posibilidad de denuncia.

  2. Resistencia mental extrema: Tienes que tener una fuerza mental brutal para soportar tantas horas, días y meses frente a una cámara, enfrentando a la mayoría de depredadores online, haciéndoles la pelota fuera de cámara porque si no, no les explotas hablando en términos monetarios. Y si bien esta actividad laboral se queda atrás y has tenido esa resistencia, simplemente lo recordarás como algo anecdótico. Una experiencia de vida más.

  3. Si eres débil, olvídate: Si no tienes fortaleza emocional, olvídate, porque vas a gastar más en terapeutas que lo que vas a generar con este tipo de trabajo.

  4. Estrés y ansiedad constantes: Crea estrés y ansiedad, como en cualquier otro tipo de trabajo, pero con un plus: tienes que estar disponible las 24 horas con el móvil activo.

  5. Riesgo laboral futuro: En un futuro laboral, algún compañero o jefe te podría chantajear o echar si se topa con ese tipo de contenido. O bien, directamente no admitir en el puesto de trabajo. Porque el gran monto de la población consume y trabaja en el sexo virtual, pero CONDENA cara a la galería.

  6. Dudas sobre tu entorno: Si tienes una personalidad floja o un carácter poco forjado, siempre tendrás la duda de si tu familia o amigos saben algo de lo que ocultas. Porque, si para lo más profundo de tu ser estás haciendo algo íntegro a cambio de una remuneración, se lo dirías a tu círculo de confianza sin ningún resquemor ni vergüenza. Mereces respeto mientras no hagas daño al prójimo. Y al contrario, a veces hasta las trabajadoras sexuales, física o virtualmente, están ejerciendo labores sociales. Pero este es otro tema que no atañe ahora.

  7. Impacto en tu vida sentimental: Tu modus operandi para relaciones de pareja, la forma de ligar, el concepto de los chicos, del amor, del romanticismo… ahora habrá hecho un clic y ya todo habrá cambiado. Será más difícil rehacer tu vida sentimentalmente.

  8. Problemas físicos: Por ejemplo, tener metido horas Lovense, un tipo de consolador que se controla de forma telemática, puede causar daños en tu aparato reproductor.

Conclusión

La decisión es tuya. El artículo periodístico es mío.

Aún así, sigo alucinando, navegando por las diferentes plataformas de sexo virtual, viendo a la gente enjaulada y desnuda en sus casas o estancias, enfocándose con miles de móviles, sujetando los teclados encima de sus partes nobles, y millones de espectadores que no se sacian de visitar emisiones X. Es todo un circo digno de ver: máquinas de fornicar, diferentes accesorios, penes de todos los colores y tamaños, temáticas de sado, productos derramados encima de los protagonistas simulando fluidos corporales que no deben ser agradables ni al tacto ni al gusto, y un montón de gente desnuda bajo el mismo espectáculo liberal. ¿Cómo tiene que oler eso? Puedes imaginártelo si has acudido a locales de intercambio.

A veces veo tanta masa humana haciendo esto que me pregunto: ¿ cuántos millones de humanos somos; todavía quedan personas jóvenes ocupando puestos en otros sectores de la economía?. Me abruma. Estar conectado es como ver un Gran Hermano X, continuo y sin descanso.

Y yo, que tengo un sexto sentido, distingo las caritas de las personas a las que no les apetece estar ahí en ese momento. Dicho lo cual, ni a ti ni a mí muchas veces nos apetecerá ver la cara de nuestro jefe a primera hora de la mañana. La diferencia es que, supuestamente, tienes un contrato, cotizas para una supuesta jubilación, puedes darte de baja por maternidad o enfermedad, y no te ves con el culo al aire, literal y figuradamente, delante de tu superior.

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