Libros de texto. El saber no tiene precio

Cada septiembre, cuando arranca el curso escolar, miles de familias españolas viven la misma historia: la lista de libros, el gasto y la queja. Manuales de Lengua o Matemáticas que cuestan cincuenta euros, o de Ciencias que superan los treinta euros. Y todo para unos libros que, página tras página, tienen más ilustraciones que contenido, más color que conocimiento.
Editoriales como SM, Santillana, Edelvives etc… han convertido la educación en un negocio redondo: un mercado cautivo, un beneficio económico asegurado. Aprovechan los convenios con los colegios públicos, donde las familias, especialmente las madres solteras, no pueden elegir y son exprimidas por el sistema.

El sistema de préstamo de libros es una solución barata, donde además casi todas las piezas provienen de donaciones de otras personas, de otros ciudadanos que se gastaron su dinero porque sí les importaba la educación de sus hijos y luego los dieron gratis a la causa. Pero en la práctica, muchas veces se convierte en un castigo para los niños. Les entregan libros usados, que no pueden pintar, ni subrayar, ni anotar. Les repiten constantemente: “¡Cuidado con el libro!”, “¡No lo ensucies!”.
Así, en lugar de aprender con libertad, estudian con alertas constantes tanto en casa como en clase. Quizá los préstamos deberían ser con libros nuevos, que luego pudieran destinarse a bibliotecas o a proyectos educativos en países del Tercer Mundo o con aguda pobreza.

Y mientras tanto, hay un gran contraste de las grandes colas de padres que se encuentran en las puertas de secretaría del colegio. Aparcan coches de gama alta, zapatillas de marca, iPhone en la mano, cigarrito en la boca, suscripciones a Netflix… No pueden sacrificar alguno de estos caprichos suyos por hacer un esfuerzo para que sus hijos estrenen libros de texto a principios de curso. Porque estrenar un libro de texto se ha vuelto un privilegio para la gran mayoría de alumnos, sobre todo en la zona sur de España.
El olor a papel recién impreso, las páginas limpias, las portadas intactas, la ilusión del comienzo del curso, el aroma a estrenar, y esa genial aura que crea lo nuevo, lo que es tuyo de primera mano… eso también educa, eso también es parte de la infancia que se recordará toda la vida.

Lo que ocurre es que en la actualidad el sistema nos ciega con ayudas irrisorias, como el préstamo de libros escolares, el bono cultural para los jóvenes, el transporte gratis para mayores de sesenta y cinco años, aunque tengan una jubilación de más de 2.000 euros, y un etcétera de pantomimas de ayudas. Mientras la población prescinde de sus valores y vota al político que, incrédulamente, cree que más le está ofreciendo.

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