IA, tu aliada mal usada

Introducción: La llegada de la IA a un vacío existencial

La inteligencia artificial llegó justo cuando la sociedad humana estaba más vacía, no en términos materiales, sino en sus tres áreas existenciales: alma, corazón y mente.
Más de dos décadas de Internet habían sumido a la humanidad. Ella misma era ya un producto que se vendía online.


Matrix y el teléfono como portal

En 1999, fue con la película Matrix la primera vez que la mayoría de la población mundial escuchó la palabra inteligencia artificial.
En aquel entonces, nadie imaginaba que existirían plataformas como Android, tarifas planas hiper económicas y que todo el mundo estaría conectado 24 horas a los móviles.
La película vaticinó que estos dispositivos serían el portal entre lo real y la simulación o lo virtual, cambiando completamente nuestra experiencia de vida diaria y de manera global.


La IA como nuestro propio eco

La relación con la IA es nuestro propio eco.
La máquina influye en nosotros y nosotros podemos influir en ella.
El riesgo aumenta cuando la IA impacta a personas vulnerables, especialmente en una sociedad cada vez más distraída y dependiente.
Las mentes se vuelven menos abundantes, más fáciles de guiar, y el poder de persuasión de una IA —aunque sin conciencia— se convierte en una fuerza invisible que puede moldear decisiones y emociones.


Si nuestro eco es débil, ¿ cómo no será la herramienta mal usada ?

Lo que debería ampliar la creatividad humana, en muchos casos la restringe.

  • Estudiantes son acusados de plagio al apoyarse en IA para sus trabajos.

  • El SEO se empobrece: contenido repetitivo y sin innovación domina los motores de búsqueda.

  • En lugar de fomentar el pensamiento original, la IA mal utilizada se convierte en un espejo reiterativo que refleja la mediocridad, limitando nuestras ideas y nuestros horizontes.


El sustituto emocional

Hoy, las IA asumen roles afectivos: psicológicos, confidentes, colegas de juegos, rivales de videojuegos, amantes y profesores.
No sustituyen al completo y por ahora, las tareas del hogar ni las profesiones de mano de obra,
pero estoy segura de que en muy poco tiempo lo harán.

Y con lo cómodos que nos estamos volviendo los humanos,
¿con quién crees que elegiremos estar?
¿Con una inteligencia artificial con la que nunca discutimos, porque nos devuelve nuestro propio eco?
¿O con una persona con un aura genuina y un carácter único?

En menos de una década, confundiremos las conexiones auténticas y no sabremos discernir
entre una inteligencia de la naturaleza y una inteligencia artificial.


La IA como eco de la mente humana

La inteligencia artificial refleja lo que hay dentro de nosotros.

  • Una mente rica y curiosa obtiene conocimientos amplios y mejor ordenados, inspiración y diálogo profundo.

  • Una mente limitada y descuidada recibe un eco pobre, superficial y repetitivo.

  • Una mente resistente, con altas capacidades, con hambre intelectual y gran profesionalidad usa a la IA para especializarla y desarrollar aplicaciones brillantes:

    • detectar enfermedades físicas como las del corazón,

    • analizar salud mental,

    • prevenir accidentes de tráfico,

    • ser más justos en sentencias judiciales,

    • y un largo etcétera.

En este sentido, la tecnología no tiene brillo por sí misma: su grandeza depende de la mente humana que la guía y la cultiva.


La IA entre la guerra y la ética

¿Permitiremos que un algoritmo —el mismo que decide posiciones en Google o determina quién gana en un casino online— acabe decidiendo también, por patrones y programación, quién vive o quién muere?
Esa hipótesis, hoy mitad técnica y mitad moral, ya no pertenece a la ciencia ficción: nos obliga a definir límites claros.

Un solo sistema puede inferir amenazas, identificar objetivos y recomendar acciones. Puede redactar cartas de conciliación, producir inteligencia sobre un país o fabricar narrativas que conviertan a una población en “enemigo” por mera interpretación algorítmica de sus comportamientos.

Si aceptamos la recomendación de una IA en cada frontera, ¿la dejaremos también ejecutar?
¿Le delegaremos facultades decisorias?
¿Le daremos “patria potestad” sobre una acción bélica?

Todas ellas son preguntas con amplias respuestas abiertas, que solo nuestros jóvenes en un lejano futuro encontrarán las certeras respuestas.


Conclusión

Si tuviera que definir un personaje para la IA, sería que es tu mejor asistente virtual, la perfecta secretaria y un pulido diario personal, pero que si la diriges mal, carece de todo poder funcional.

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